IRENE VISCARRA
El Feminismo Mágico

Tiene una escuela que busca potenciar el espíritu de la mujer. “Conmigo aprenden a conectarse con su verdadero género”, dice.

POR HERNÁN FIRPO, diario Clarín

 

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La Simone de Beauvoir en clave de autoconciencia no dice mujer se hace, dice: “Las mujeres no siempre han sabido reclamar su lugar, y esto también sucede en el campo de la espiritualidad, tan supeditado al varón”. Irene Viscarra es un poco Irene, un poco vecina, un poco señora que va al súper, buenas tardes, mucho gusto, y un poco Mujer Búho Blanco. Algo así como la introductora al esoterismo femenino local, rutina mágica que despliega entre las cuatro paredes de su propia escuela sensorial. Allí, entre otras cosas, ella trabaja para neutralizar tanto machismo zen . “Necesito expresarme como la líder espiritual que soy y no es fácil porque también en este plano existe una lógica patriarcal. Ninguna mujer con conocimiento de su caudal energético, con plena conciencia de sus portales iniciáticos incluidos en la maternidad –acto mágico por excelencia–, entregaría su poder a un varón que, haciendo alarde de su virilidad, la llena de hijos o la muele a palos para calmar su frustración”. (…) Si bien podría decirse que el tarot tiene el cupo femenino cubierto y que, quizás por eso, ella equilibre fuerzas haciendo cursos de tarot para hombres, “el varón es una cosa y la mujer, otra. La mujer tiene una capacidad creadora que no puede ser leída sólo en un plano físico. Solemos ver la mujer madre, paridora, y de esa manera estamos teniendo una mirada recortada: el hombre necesita mujeres de poder y el poder se busca de manera errónea, apuntando constantemente a lo mismo: a la mujer objeto. Conmigo, la mujer aprende a conectarse con su verdadero género. Esto que te digo está en mi libro, Tandava, que refiere a la expresión de divinidad femenina donde yo cuento mi propia experiencia”.

En el libro Tandava, la Ruta de la Sangre y de los Sueños, Página 15, Irene afirma: Si realmente deseamos colaborar con la ecología deberíamos comenzar a liberarnos de la opresión espiritual internalizada sobre nuestros cuerpos para aprender a responsabilizarnos por la totalidad de nuestro ciclo biológico femenino (…). Y los varones deberían aprender a tomar conciencia de su propia masculinidad, libre de los modelos patriarcales tóxicos.

Pide no banalizar el tema, y lo remarca con énfasis cuando uno logra hacer foco en la escoba apoyada en un rincón de la casa astral. Desde su centro de convenciones energéticas, desde el lugar donde ruega que las mujeres no acepten mansamente su medida y desde donde queda claro que existe toda una dimensión macha que las desprecia ( “nos”, dice en plural ), pide no cargar las tintas posando con la escoba. Que ella vuela, y vuela sin imaginación ni hongos alucinógenos, sí. Que repita lo de “volar” mirando por la ventana y con una convicción que no admite dudas ni repreguntas, también. Pero nada de fotos con escobas y desaires pueriles.

En su preámbulo al Chamanismo Femenino señala que es necesario reforzar la cuestión de género: “El chamanismo se popularizó desde las prerrogativas y tribulaciones masculinas”. En su tratado místico se convence de que “trabajando con una dinámica de género es posible integrarnos a las disciplinas espirituales. En una cultura donde se infravalora la menstruación y se sobrevalora la fertilidad, seguramente existe algo que se perdió en el medio”. Punto y aparte, se le pide opinión sobre lo que dijo Chiche Duhalde que, pobre, no controla ni su propio lóbulo emocional. Nuestra protagonista hace una mueca más de Irene que de la Mujer Búho Blanco. “Su opinión es muy patriarcal. No hace más que dejar subordinado lo femenino a lo emocional. Se desconoce lo femenino, chicas, hay que practicarlo. Además, la brujería es una forma de hacer política, ¿sabías? No hay que tenerle miedo a la política. Ni a la brujería. Nosotras debemos aprender a dirigir la energía en el campo social, un terreno en el que sobran hombres.

Irene sonríe desde un ambiente donde el aire – uno tiende a respirar – no se podría definir como espeso ni festivo. Un calor humano que no se te impone como en el subte. Un soplo que te toca sin invadir.

 

 

__________________________ IRENE VISCARRA Sep. 2013